Nuevo domingo, nuevos vientos. Ha sido un día
lleno de emociones. Primera subida al Cid después de tantos años, que contrasta con la primera semana en mi nuevo hogar. Y para cerrar el día, visita a su casa. Muchas ganas de vernos. Muchas ganas de hablar de mil cosas.
Muchas ganas de reflejarnos en los ojos del otro.
Y cómo no, fusión de almas en
interminables abrazos. Qué placer, sentir cómo sus brazos rodean mi cuerpo. Notar
cómo sus manos acarician mi espalda. Asegurar que el tiempo no pasa mientras
nos miramos acompañados por la luz de una vela. Los abrazos terminan en
caricias que llevan a los besos. Entrelazamos nuestros sentimientos en besos
infinitos. Pero hay un nuevo e inquietante obstáculo: la sombra de la ausencia
de deseo íntimo que planea sobre nosotros. La sensación es de que hemos
avanzado, al menos ella, tenemos claro que no podemos estar el uno sin el otro,
pero parece que la pasión que había al principio ha desaparecido, o está oculta
bajo los problemas de la rutina diaria. En ocasiones parece que está pero también parece
todo lo contrario. Y esto último nos lleva nuevamente hacia el camino de la
amistad, que aunque hermosa es escasa para mí por lo que siento por ella, sentimiento
que sigue ocupando todo mi corazón. Tanto, que a veces parece que me ahogo.
Sigue siendo mi último pensamiento antes de dormirme y mi primero al despertar.
Hablamos. Para ella, todo esto es algo nuevo. Lo entiendo. Hasta ahora sus
relaciones, aunque largas en ocasiones, han sido otra cosa. Esto es terreno
inexplorado para ella. Al menos ahora parece que se deja llevar por lo que
siente. Ojalá esto despierte más adelante la pasión que hubo. El cariño es algo
que está creciendo. Nos gusta estar juntos. Nos gusta besarnos.
El tiempo dirá,
como siempre.
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