Hoy no voy a hablar de amor ni de desamor, aunque lo que voy a escribir tenga relación con los sentimientos y las emociones.
Se trata de un cambio de aires, un cambio laboral que me lleva a experimentar nuevos retos profesionales, lejos de la gente que ha sido parte de mi durante casi tres años. En la empresa, los que tenemos la inmensa suerte de poder trabajar, y más en el estado en que se encuentra el país, pasamos la mayoría del tiempo. Y las relaciones más profundas de amistad suelen forjarse en sitios como este, es lógico. Pues bien, por primera vez en mi vida siento verdadera congoja al dejar mi puesto de trabajo para emprender nuevos proyectos, pero no por el miedo al cambio, sino por la gente que dejo atrás. Gente que me ha hecho crecer enormemente como ser humano. Es vox populi que los informáticos tendemos a ser un poco "especiales", pero lo cierto es que cuando trabajas en un sitio como el que he pasado los últimos años, y las personas que te rodean, te dan la oportunidad de mostrarles sin reparos cómo es uno mismo, te sientes libre, te sientes feliz y completo. Es por todo esto por lo que dentro de mí me siento tan extraño. Me cuesta pensar en que la próxima vez que me levante para ir a trabajar no veré a los que he considerado casi mis hermanos y hermanas. Sé que encontraré nuevas personas en el camino de las que me nutriré y con las que aprenderé nuevas cosas. Es ley de vida, pero dejo un pedacito de mi corazón entre las cuatro paredes que han sido mi hogar.
Hay una cita de la obra del Señor de los anillos que me gusta mucho y que explica muy bien esta situación:
Gracias a todos vosotros por existir. Sin vuestra ayuda hubiera sido muy difícil todo lo que he vivido en estos años.
¡Un fuerte abrazo!