No se puede definir de otro modo el
día de hoy. Por temas laborales ella ha querido colaborar conmigo, aprovechando
mis conocimientos informáticos, para poder elaborar unos informes que le han
pedido en su área. Era en su casa, a las 20 horas. Puntual como siempre allí me
he encontrado, pero eso sí, con bastantes nervios. Volver a estar los dos
después de lo que ha pasado. Volver a vernos sólo como amigos. Se me ha hecho
tremendamente difícil. He ido andando despacio hasta su portal, tratando de calmarme
y dejar de lado mis sentimientos.
Dos besos. Así me ha recibido, tras abrir la
puerta. Igual que la última vez. Por suerte, he conseguido sobreponerme y ser
profesional. Así que la tarde nos la hemos pasado trabajando, explicando cosas
y ella entusiasmada por lo que estaba aprendiendo. La verdad es que nos hemos
reído un montón. Es eléctrico estar con ella. Es inevitable. Además, he notado
que tiene otra cara, más alegre, como si volviera poco a poco a tomar las
riendas de su vida.
Cena. El caso es que se han hecho las diez de
la noche y sorprendentemente me ha preguntado si tenía algún plan. Como no
tenía ninguno hoy, me ha ofrecido a quedarme a cenar. No me he podido negar.
Menuda cena nos hemos hecho en un momento. Es increíble la capacidad que tiene
de sorprenderme con nuevos sabores. Y lo detallista que es. Vino blanco,
emperador, ensalada con tomate, canónigos, pepino y un sinfín de especias. Y el
aperitivo bomba, queso de cabra sobre mermelada y con pimentón, hecho al
microondas. Aún estoy recordando el sabor. Espectacular. Hemos hablado de
muchas cosas, hemos disfrutado de la cena y ha salido incluso el recuerdo de
aquel día que pasamos en Jávea, Altea y finalmente en Villajoyosa. Qué
recuerdos más dulces.
Y ahora viene la magia. En un momento dado,
ha tenido que ir al aseo y yo me he quedado sentado mirando el infinito. Cuando
ha vuelto…cuando ha vuelto me ha abrazado por la espalda, tiernamente, con un
cariño difícil de explicar, preguntándome cómo estaba. Yo no he podido evitar
besarle las manos, pero a ella no le ha disgustado. Nos hemos sentado juntos
sin separar nuestras manos, hablando de otras cosas, hasta que me ha puesto los
pies sobre mis rodillas, como solía hacer cuando estábamos juntos. Qué
sensación más agradable. Al final nos hemos puesto a recoger la mesa y a
fregarlo todo. Y entonces ha llegado el momento de la despedida. Y ha ocurrido.
Nos hemos fundido en un abrazo y de él ha surgido el beso más profundo que
jamás nos hemos dado. No podíamos separarnos. Deseábamos estar juntos. Los dos.
Se notaba en su mirada. ¿Es posible que esté empezando a liberar sus
sentimientos? Me haría el hombre más feliz de la Tierra si así fuera. Hemos
seguido besándonos sin poder parar, hasta el ascensor, con una sonrisa en su
boca. Qué guapa eres.
Mañana será el día después…
No hay comentarios:
Publicar un comentario